A una diestra cocinera
vio matar pollos un día un mono,
y dijo: –Yo haría lo mismo.
¡Bah! ¡Qué friolera!
vio matar pollos un día un mono,
y dijo: –Yo haría lo mismo.
¡Bah! ¡Qué friolera!
¡A matador me dedico desde hoy;
con ardor empiezo!
Clamó y le torció el pescuezo. . .
¿A quién? –Al pobre perico.
con ardor empiezo!
Clamó y le torció el pescuezo. . .
¿A quién? –Al pobre perico.
Sábelo el amo, y al punto,
por la cólera cegado, azotó al Mono
a tal grado, que lo dejó difunto.
por la cólera cegado, azotó al Mono
a tal grado, que lo dejó difunto.
¡Oh Mono infeliz!
¡Que caras pagaste tus fechorías!
Mas ¿por qué te meterías
en camisa de once varas?
¡Que caras pagaste tus fechorías!
Mas ¿por qué te meterías
en camisa de once varas?
Por no sufrir la pena del Mono,
se cauteloso:
Recuerda que es peligroso practicar función ajena.
se cauteloso:
Recuerda que es peligroso practicar función ajena.
AUTOR: Joaquín Fernández de Lizardi